Sierra Nevada se está haciendo de rogar
La temporada 22/23 la recordaremos como la temporada del llanto, abrimos tarde, con la nieve justa, y ahora con viento, el huracán otoñal.
Ansiedad es la sensación que el viento genera en nuestras mentes, ruido es el primer indicio, no puedes hablar, no escuchas nada y se te cortan los labios.
Dolor, la nieve se levanta del suelo en forma de crisrtales de hielo que estallan allá donde la ropa no cubre tu cara.
Resistencia, que decir del viento en contra, que no te permite tirarte cuesta abajo, o del viento lateral que te desplaza inevitable, o esas ráfagas de viento que te aceleran y te precipitan inevitablemente al desastre inminente.
Pero no es esa la peor parte, lo peor es que el viento mueve en desmedida los medios de subida a pistas, tanto cabinas como sillas, creando el peligro de que se precipiten al desencarrilarse de las catenaria y provocando un fatal accidente.
Así que los días de viento, los días en que la virgen de las nieves no tiene nada que hacer contra el poder de Eolo, el material descansa, las tablas se enceran, los músculos se recuperan y la mente se recarga, para que así, en el momento que que la batalla entre las térmicas se disipe, subir con más fuerza, más energía y con nuevas ideas.
Siempre hay una buena lectura que sacar de los peores momentos, y está claro que un día de viento, este huracán otoñal, no es ni mucho menos el peor momento.
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